28.8.08

Las sillas de corazón

Una lágrima cae en la oscuridad y la siento en mi almohada. No tengo miedo de hacer preguntas sino de oír respuestas. En esa mesa te oigo. Te escucho y me callo. Ahí, te observo. Y deseo decirte que te quiero y te lo dice mi corazón no mi boca, te lo dicen mis ojos no mi boca. Todo son historias, de gente que viene, de gente que sale, de vidas que existen a kilómetros de aquí y de pensamientos que desconocemos. Pero los muros nos observan, atienden a nuestras manos y rezan nuestros deseos. Todo es malo, pero menos mal que las sillas tienen un respaldo de corazón. El agua cae y pasa bajo mi espalda. Mis manos nerviosas buscan más palabras. La vida pasada ya es ese agua, agua de mar que debo ignorar y agua de mar que se convierte en ciudad. Imagino subir allí arriba, y mirar mi ciudad. Imagino volar en los frondosos jardines de leones e imagino estar contigo mi vida. Luego el aire me hace sentir que debo escribirte para olvidar, para dejarlo plasmado en algún lugar mientras lloro en la oscuridad de nuevo. Subo a lugares altos para no sentirme pavimento.