19.4.08

ropa de verano y días nublados

Era la época del batido de fresas, la del flequillo, la de una nueva puerta, la de una oportunidad. La de una ciudad nublada, la de una catedral blanca. La de sorprender, el momento decisivo, las palabras adecuadas, los hechos prominentes. La de matarse por dar la milésima parte de un cariño que duraría toda la vida, la de un teléfono roto y la de un sexo sin palabras. La de acompañarte a comprar a un supermercado o de hacer fotos para recordarlas. La de avisar de la duda por bocas ajenas, la de cocinar mientras trabajas, la de llover sin paraguas. Esa de escribir en hojas rosas y esa de despedirse de nuevo mintiendo a los viajeros.